9 de diciembre de 2016

El príncipe y el mendigo

Un niño dibujaba en una hoja de papel un niño que, como él, dibujaba. Y, cuando las puntas de los dos lápices coincidieron en el mismo punto, los dos niños, el real y el de lápiz, pudieron mirarse. El que era de carne y hueso deseaba desaparecer; el que estaba en el papel esperaba, al contrario, que no le borrasen. Fue un instante mágico, un momento denso y largo, en el que los dos niños recluidos en sus respectivos mundos se envidiaron; fue un segundo en el que todo pudo pasar y sin embargo, no pasó nada. El niño real siguió dibujando, el niño de lápiz fue terminado.
Unos meses después, la vida vino dolorosamente a demostrar cuán duradera puede llegar a ser la unión entre dos mundos a la vez cercanos y distantes. El niño de carne y hueso desapareció, sus padres acabaron enmarcando el de lápiz.

10 comentarios:

  1. Triste y hermoso Luisa. Hay que tener cuidado con lo que se desea.
    Un abrazo.

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  2. Luisa. Te felicito. Has conseguido un micro que se puede convertir en clásico. Con un lenguaje claro y preciso. Directo pero profundísimo.
    Besos

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  3. Gracias, Torcuato. Qué piropo más bueno. Gracias

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  4. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Tierno, triste, fantástico. Un relatazo
    Un abrazo, Luisa

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  5. Realismo mágico bien narrado. Encantador.

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  6. En la primera parte, que ya valdría como micro, la ironía de que siempre ansiamos lo que no tenemos. El final, duro y crudo.

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