13 de junio de 2016

De ángeles guardianes

Madre e hijo se agachan junto a la cama. Él levanta ligeramente las mantas e ilumina debajo con una pequeña linterna, dirige el haz de luz a todos los rincones mientras, en silencio, su madre le mira. Después se levantan y, cogidos de la mano, se acercan al armario, lo abren y comprueban una vez más que allí dentro no hay más que ropa. Se quedan un momento en pie, un instante apenas, hasta que la mujer inicia un movimiento hacia la cama y se mete en ella; sólo entonces el niño se le acerca, le dice las palabras mágicas con las que logra que ella luzca una sonrisa: “cuatro esquinitas tiene tu cama, cuatro angelitos que te acompañan” y le da un beso en la mejilla, para después salir de la habitación dejando la puerta abierta y la luz del pasillo encendida.
Hace mucho que el monstruo desapareció de sus vidas; entonces ella le protegió a él, ahora es él quien la cuidará hasta que sanen las heridas.

4 comentarios:

  1. La realidad más cruda contada de la manera más entrañable. Desaparecido el monstruo, madre e hijo se necesitan y complementan.
    Un abrazo, Luisa

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  2. Uyyyyy Luísa, qué relato más hermoso!!... y a cualquiera de nosotros nos puede pasar.
    Besicos muchos.

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  3. Gracias!!! La verdad, no siempre ocurre, es que este micro me gusta.

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